YO QUISE SER
- Sancho Valderas
- 7 ene 2023
- 2 Min. de lectura

Yo soy como usted. Quizá algo más joven, quizá algo más viejo, pero como usted, al fin y al cabo. Mi niñez fue como la suya. Quizá más triste, o tal vez más alegre, pero una niñez al uso.
Mas mis sueños sí son únicos. Ni usted ni nadie los ha tenido iguales. Son míos. No son los sueños del vendedor de relojes que soy, sino los del niño que fui y que aún reconozco en el espejo.
Yo hubiese querido tener un caballo, como tantos otros niños; y un mono. Siempre me han gustado los animales que, aun estando domesticados, guardan un punto salvaje en su naturaleza.
También hubiese querido ser pelirrojo y dejarme el pelo largo para recogerlo en trenzas extrañas como hacían los feroces vikingos del norte. Y como tal bárbaro me hubiese gustado poder decir que cocinaba crepes en el suelo, que caminaba hacia atrás y que dormía con los pies en la almohada.
Hubiese pagado por ver cómo mis vecinos me observaban con el resquemor con el que se mira a un rebelde, a alguien que recoge la mesa tirando todo el contenido del mantel, platos y cubiertos incluidos, sacudiéndolo por la ventana, para fregar después el suelo arrojando un barreño de agua jabonosa sobre él y patinando sobre ella con unos cepillos atados a los pies.
Hubiese sido magnífico que mi padre, en lugar de ser químico de profesión, hubiese sido un pirata famoso y aventurero, como los de las novelas de Fenimore Cooper o Salgari, que me hubiese dejado en casa un cofre lleno de monedas de oro para costear todos mis caprichos y poder compartir mi dicha con dos amigos incondicionales que fuesen capaces de correr más que la policía tras nuestras travesuras.
Porque la imagen que yo tenía de la libertad era esa. Yo no quería ser un niño; yo no quería vender relojes. Yo lo que quería era ser Pipi Långstrump.
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