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  • Foto del escritorSancho Valderas

ASCENSOR HACIA EL CADALSO


Sabiendo que iba a ser ajusticiado en menos de seis horas resultaba inútil el intento de dormir. Encerrado en mi celda dio la medianoche sentí frío y humedad y aun así cerré los ojos. Lo hice para facilitarme la tarea de evocar la cadena de acontecimientos que me habían traído aquí, como el que rememora un álbum de fotos que ha visto más de mil veces.

Punto uno: desconectar la alarma y las cámaras de seguridad.

Dos: subir al despacho de la zona noble y matar al Director General.

Tres: volver a bajar antes de los cuatro minutos que tarda en rearmarse el sistema de seguridad.

Cuatro: darme cuenta de que me he dejado el revólver sobre la mesa del despacho.

Cinco: volver a por él.

Seis: se rearma el sistema y las cámaras me graban en la escena del crimen.

Siete: me detienen, me juzgan y me condenan a muerte.

Ocho: me sientan en la silla y mojan mi cabeza antes de conectarme los electrodos.

Nueve: intuyo que no podré ser un testigo fiable de este apartado. Ruego se sirva usted mismo rellenar cómo fueron mis últimos momentos en la siguiente línea de puntos.

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Y diez: mis tres viudas acudirán a mi entierro. Dos de ellas llorarán, o al menos eso espero.

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